El pasado mes de agosto, decidí tomarme unas vacaciones.
No teníamos planeado viajar a ningún sitio especial y todo parecía indicar que ese 2022 solo vería el mar a través de stories ajenos.
Lo que ahora llamamos unas “staycation” en toda regla, vaya.
Colapsada por el mundo beauty 2.0, me pareció buena idea dedicar mi tiempo a reorganizar mi mundo beauty 1.0, almacenado en dos cajoneras Alex de Ikea de 9 cajones cada una.
Había que empezar por algo y, a falta de unos buenos cimientos, qué mejor que por lo tangible.
El primer lunes de mi “staycation”, me levanté con la firme intención de vaciar todo y devolverlo a su sitio antes de la cena.
Mientras desayunaba, fui visualizándolo y, entre bocado y bocado, me dije a mí misma que probablemente pudiera tomarme el café de la tarde tranquilamente en el sillón porque todo estaría listo.
Por supuesto, me mentí descaradamente y a sabiendas, porque no es la primera vez que decido desmantelar algo y, una vez que Las Cosas se han hecho con el control de todo, yo solo encuentro fuerzas para enviarle el Whatsapp de rigor a mi amiga Carmen:
“Tía, acabo de cometer una locura”.
Con la buhardilla patas arriba y mis piernas y brazos esperando respuestas de mi cerebro, no me quedó otra que suspirar fuertemente un par de veces hasta que comprendí que aquel desastre no iba a desaparecer por arte de magia y que, en algún momento, necesitaría poder caminar sobre ese suelo que ahora estaba lleno de paletas de sombras y bases de maquillaje de las que Violeta (mi gata) podría dar buena cuenta antes de que a mí me diera tiempo a pestañear.
Éramos mi gata o yo contra el caos y, bueno, todo aquello no solo me gustaba, sino que lo necesitaba para trabajar. Debía armarme de valor y volver a meter cada cosa en su cajón, no sin antes haber pasado por diferentes cribas:
Me encanta y lo uso
No lo uso apenas, pero me encanta
Lo quiero y no sé por qué
No lo quiero
Huele mal
Bayeta y Sanytol en mano, le di al play a uno de mis podcast de cabecera y me puse a hacer la pertinente selección:
Lo que quiero y uso, en los cajones más cómodos de abrir
Lo que uso menos pero me gusta mucho, en los cajones menos accesibles
Lo que quiero y no sé por qué, apartado en la caja “para pensar”
Lo que no quiero, a otras cajas: la de mi madre, la de mi suegra, la de mis cuñadas, la de mi sobrina, la de mis amigas, la de mis seguidoras…
Y lo que huele a rancio, a la basura
Entre el sonido del flus-flus del Sanytol y la voz de Nacho Ares, me descubrí a mí misma pensando en qué estaría yo haciendo “ahora” como creadora de contenido si mis publicaciones no dependieran de un algoritmo.
Estaría… ¿Cantando? ¿Bailando? ¿Haría más fotos? ¿Seguiría en Youtube? ¿Tendría un podcast…?
Y, entonces, lo vi clarísimo: estaría escribiendo.
Las que me conocéis desde los albores de Marikowskaya, sabéis que mi centro de control estaba en mi blog.
Publiqué mi primer post el 13 de julio de 2013 y muy pronto supe que estaba haciendo algo que no tenía muy claro qué era, pero que me hacía sentir como pez en el agua.
Una chispa prendió dentro de mí y conseguí mantenerla viva durante 4 años en los que no paré de escribir y hacer fotos. Muchísimas fotos.
Ahora, acostumbrada a moverme entre imágenes y editores de vídeo, me pregunto cómo era capaz de enfrentarme más de 3 veces a la semana (5 en verano) a la hoja en blanco sin presionar la X.
Y, sobre todo, cuál fue el momento exacto en el que esa página en blanco sí pudo conmigo, marcando el punto y final de ese blog que resistió durante 7 años.
Hace mucho tiempo que ese centro de control se trasladó a Instagram y, no os voy a engañar, tenerlo todo concentrado en una misma app me resultaba muy cómodo y me hacía feliz.
Instagram es una aplicación que me encantaba y que sigue gustándome muchísimo pese a todos sus -constantes- cambios. Pero tampoco puedo negar que el “insta” de su nombre nunca terminó de encajar conmigo y, según han ido pasando los años, cada vez menos.
Las imágenes me inspiran y distraen, justo las dos cosas que mi cerebro busca cuando le da la orden a mi dedo para pulsar el icono multicolor que tiene una cámara retro dibujada en blanco.
Las palabras me transmiten orden y tranquilidad, algo que cada vez es más difícil encontrar ahí y que, por mucho que yo me resistiera a hacerlo, sí que puedo buscar en otra parte.
Con media cajonera Alex ya reorganizada, la idea de retomar mi blog apareció como una posibilidad.
Yo diría que se mantuvo durante un par de cajones más, pero llegando al final, mientras colocaba paletas de ediciones limitadas que me siguen flipando pero que procuro no enseñar para no dejaros con la miel en los labios, me di cuenta de que el medio escrito que yo consumía no eran los blogs, ni siquiera las revistas, sino las newsletters.
Un formato mucho más fácil de mantener que un blog, más íntimo y también más directo.
Me tendríais en vuestra bandeja de entrada sin necesidad de estar pendientes de mi blog, ni de mis stories, a un solo clic cada domingo por la mañana.
No conozco ninguna newsletter en español enfocada a temas de belleza al 100%. Al menos en los términos que yo visualizo la mía: reseñas detalladas de producto, tendencias, looks de alfombras rojas, novedades, podios de categorías…
Me gusta imaginar CÓDIGO 29 como una entrega semanal que todas las beauty junkies esperan para que el tiempo se detenga durante los 20 minutos que mis letras acaricien sus retinas como lo haría el más suave de los pinceles en su piel.
Yo, aprovecharía para ponerme una buena mascarilla en cara y pelo hasta el final.
Pero, como ya os he dicho, eso es algo que, de momento, solo imagino.
Solo el tiempo y vosotras decidiréis en qué se convierte esta newsletter a la que he decidido despojar de mi nick para darle un nuevo nombre.
CÓDIGO 29 no tiene por qué significar nada, o sí. Los códigos pueden ser consignas que se activan cuando las necesitas y muchas veces son la única forma de entrar a lugares exclusivos, secretos, incluso prohibidos.
Espero que este espacio se convierta en vuestro refugio de referencia. Para que eso ocurra pondré todos los medios que estén en mi mano: trabajaré mucho para daros lo mejor de mí.
Nos leemos el próximo domingo.
Gracias por ser las primeras en formar parte de este proyecto.
Un beso,
Mari. 🦋
La buena mano que tienes claramente no es solo con los pinceles 🙂
Desayunando sin prisas y con un hermoso tutorial 😘😘😘